Relación entre postura y autoestima

Este artículo explora la profunda conexión entre postura y bienestar emocional, centrándose en autoestima, seguridad y felicidad


La postura: ese pequeño gran acto de valentía cotidiana

No hace falta un espejo para saber cómo te sientes. A veces basta con verte cruzar la calle: hombros caídos como signo de derrota anticipada, cuello retraído como si el mundo fuera una tormenta permanente, o ese andar en piloto automático que parece decir “no me mires, no existo”. Y sin embargo, lo más fascinante es que, si corriges esa postura… algo dentro también se endereza.

No es magia. Es biología. Y también, un poco, poesía corporal.


No es solo cómo te ven. Es cómo te ves.

La autoestima, esa criatura escurridiza que sube y baja sin previo aviso, tiene un vínculo directo con la forma en que habitamos nuestro cuerpo. Y no, no hablamos de estética ni de estándares absurdos. Hablamos de espacio. De ocupación. De presencia.

Amy Cuddy lo demostró en un estudio que dio la vuelta al mundo y también al escepticismo académico: abrir el pecho, levantar el mentón, estirar los brazos como si abrazaras el universo… puede subirte la testosterona (sí, esa hormona que te da seguridad) y bajarte el cortisol (esa que te hace pensar que todo va a salir mal). En otras palabras: colocarte como una persona segura puede hacer que lo seas, aunque sea por un rato. Y a veces, un rato basta para empezar a creerlo.


Moverse con confianza también se ensaya

Si pensar positivo no te está funcionando, prueba algo más terrenal: párate bien. De verdad. Espalda recta, pies firmes, mirada al frente. Así como los animales se esponjan para intimidar, nosotros también tenemos ese interruptor ancestral que le dice al entorno —y al cerebro—: “Aquí estoy”.

Estudios como el de Carney y compañía (2010) muestran que esas “poses de poder” no solo influyen en cómo te perciben los demás. Lo interesante es que también aumentan tu percepción interna de poder. Como si tu cuerpo le susurrara a tu mente: “Podemos con esto. Y con más”.


¿La postura influye en la felicidad? Sí. Y no hace falta ser Buda para notarlo.

Una universidad en Nueva Zelanda —sí, esa tierra donde hasta los volcanes parecen meditar— encontró que mantener una postura erguida mejora el estado de ánimo. Dopamina y serotonina, esos mensajeros invisibles del bienestar, parecen circular mejor cuando tu columna se alinea como si tuvieras propósito.

No se trata de fingir una sonrisa plastificada, ni de adoptar poses ridículas frente al espejo. Es más bien como ajustar la antena de un viejo televisor: un pequeño giro puede mejorar notablemente la señal emocional.


Cuerpo y emoción: una calle de doble vía

Moverse distinto puede sentirse artificial al principio. Como cuando usas zapatos nuevos que no han tomado tu forma. Pero dale tiempo. Porque lo que empieza como postura intencional puede transformarse en hábito emocional.

Observar cómo te sientas, cómo caminas, cómo habitas tus hombros o tus caderas, es casi un acto de autoconocimiento. Y lo mejor: es gratis, inmediato y profundamente transformador.


En resumen: alinea la espalda… y quizás también el ánimo

La ciencia no está diciendo que la postura lo cura todo. Pero sí sugiere algo hermoso en su sencillez: que tu cuerpo puede ayudarte a sentirte un poco más tú. Más fuerte. Más presente. Más feliz.

Así que la próxima vez que el mundo te pese, empieza por erguirte. No para parecer mejor. Sino para recordarte que ya lo eres.


📚 Referencias con buena postura académica

  1. Cuddy, A. J. C., et al. (2018). P-Curving a More Comprehensive Body of Research on Postural Feedback...

  2. Carney, D. R., et al. (2010). Power posing: Brief nonverbal displays affect neuroendocrine levels...

  3. Stapleton, P., et al. (2013). Posture and mood: Preliminary evidence...


Fortalece tu core después del parto

Descubre nuestro curso Core & Suelo Pélvico Poderosos y supera la diástasis con rutinas guiadas.

Empieza hoy

Categorías: : Autoestima, Postura