Descubre por qué la libido baja es una señal, no un fallo. Aprende a escuchar tu cuerpo con empatía y recuperar el deseo desde la conexión.
Vivimos en un mundo que le exige a todo —y a todos— rendimiento. Hasta al deseo. Como si la libido fuera una app que debería estar siempre activa, siempre disponible, siempre perfecta. Pero no. El cuerpo no funciona con notificaciones. Y mucho menos el deseo.
Cuando la libido baja, no está fallando. Está hablando. No es una avería. Es una voz. Una que, en lugar de silenciar, habría que aprender a traducir.
Porque no, no venimos con botón de encendido. Y el deseo no es una métrica para compararnos, ni una función que deba estar “operativa” las 24 horas. Es un lenguaje. Un pulso íntimo que varía, que sube y baja como la marea, que a veces se retira para que podamos mirar qué quedó en la orilla.
A menudo, cuando el deseo desaparece, aparece su sombra: la culpa. “¿Qué me pasa?”, nos preguntamos. Pero quizás la pregunta no es esa. Quizás es:
Porque el deseo no se fabrica. Se cultiva. Y como todo lo vivo, necesita espacio, agua, tiempo y cuidado.
El deseo no es una obligación. Es una forma de energía. Y cuando esa energía se retrae, no desaparece: se guarda. Se esconde. A veces para protegerte. A veces para recordarte que no todo tiene que ser para los demás.
Una libido baja no solo apaga el sexo. Apaga también el impulso de bailar, de escribir, de besar con risa. De habitarte. Y entonces, más que insistirle, hay que acompañarla. Con suavidad. Con paciencia. Con verdad.
No lo despiertes a los gritos. Déjalo descansar. El descanso no es enemigo del deseo. Es su cuna.
Reconecta con tu cuerpo desde el placer, no desde la exigencia. Camina lento. Respira hondo. Tócate sin mandato. A veces un suspiro bien sentido vale más que mil consejos.
Habla. Aunque te tiemble la voz. Con tu pareja. Con una amiga. Con una terapeuta. Nombrar lo que sientes es empezar a sentirte de nuevo.
Recuperar la libido no es volver a ser la de antes. Es volver a ser, pero desde otro lugar. Más tuyo. Más tierno. Más presente.
Así que si hoy tu cuerpo no tiene ganas, tal vez no está diciendo “no puedo”. Tal vez está diciendo algo mucho más valiente:
“No así.”